Hablo de Aldous Huxley, el escritor de origen británico fallecido casualmente el mismo día y el mismo año que el malogrado John Fitzgerald Kennedy.
El intelectual afincado en EE.UU, publicó en la primavera de 1932 la novela "Un mundo feliz". Como suele suceder con el mercado financiero, la novela anticipa el desarrollo que suele cambiar radicalmente la sociedad.
El mundo que se describe en la novela podría salvar cierto paralelismo con los mercados: la humanidad es desenfadada, saludable y avanzada tecnológicamente. La guerra y la pobreza han sido erradicadas, y todos son permanentemente felices. Sin embargo, la ironía es que todas estas cosas se han alcanzado tras eliminar muchas otras.
El mercado, por defecto, genera personajes a favor y en contra. Y como ocurriera en la novela, se encuentra desde el comunismo, el materialismo y aquellos que funcionan según marcan las reglas. La problemática social y los impactos en la economía real como consecuencia de la orgía y soma de los mercados, refleja dos mundos, el real y el financiero, el viejo y el nuevo como lo ilustra Huxley en su obra.
El mercado es una reserva para los más salvajes. El protagonista de la obra John el salvaje como ocurre con los traders, viven entre ambos mundos.Crecen con un estilo de vida de masa y conviven a diario con la educación del dinero y el descubrimiento continuo de cuan poderoso es.
El choque cultural es continuo, y consecuencia de ello, es inevitable que se compare los valores de la sociedad de la economía real y los mayores defectos de la sociedad de la economía financiera y dominante del mundo.
El carácter moral del libro y del mercado gira alrededor de dos problemas diametralmente opuestos. El primero, y el más obvio, es que para asegurar una felicidad continua y universal, la sociedad debe ser manipulada, la libertad de elección y expresión se debe reducir, y se ha de inhibir el ejercicio intelectual y la expresión emocional. Los ciudadanos son felices, pero John el Salvaje considera que esta felicidad es artificial y «sin alma».
El segundo problema presentado tanto en la novela como en el mercado, es que la libertad de elección, la inhibición de la expresión emocional y la búsqueda de ideas intelectuales resultan en la ausencia de la felicidad.
Toda una gran obra maestra que inunda al lector y le aboca a la reflexión. Una pregunta sobrevuela, ¿No hay felicidad sin verdad? Paralelismo perfecto, ¿No existe desarrollo sin dinero?